Mucho está cayendo, desde estructuras, creencias, hábitos, sistemas, perspectivas, etc. Se nos está mostrando de una manera inevitable e irrefutable, el impacto que tenemos. Estamos viviendo un momento en nuestra vida en donde hemos sido abruptamente confrontados con nuestra mortalidad para que podamos ver con claridad el camino que debemos forjar para un nuevo mundo.
Por primera vez, nos estamos enfrentando a un riesgo que no conoce raza, edad, ubicación, género, clase social o intereses personales. Esta vez no podemos sentirnos desconectadxs “porque no está cerca”, “porque no me pasa a mí”, o “acá no va a pasar”. Por primera vez tenemos los ojos abiertos a que somos finitos en este plano y viendo las consecuencias de todo lo que hemos creado hasta hoy. Estamos teniendo que enfrentar de forma directa nuestra mortalidad y nos están haciendo revaluar lo que estamos haciendo con nuestra vida, con nuestro cuerpo y alma, con nuestro planeta, con todos los demás seres vivos.
Cuánto tiempo perdemos corriendo como gallinas sin cabeza, sin dirección, siendo obedientes de lo que se nos dice que “tenemos que hacer”, “cómo tenemos que ser”, “cómo debe ser el mundo”… Pues no. Eso es lo que estamos reaprendiendo ahora. Nos están recordando que hay formas diferentes de crear, de vivir, de pensar, de amar, de comunicar, no sólo lo que conocemos. Se está rompiendo la creencia de “Así es porque así ha sido y así será”. Se está abriendo un mundo infinito de posibilidades, esa es el regalo que viene después del caos. Antes de poder construir un mundo nuevo, lo viejo debe caer. Al entender esto, iniciamos el proceso de aceptación con amor y confianza. Esto se trata de nosotrxs como raza, como existencia, como vida misma.
Cualquier circunstancia que rete o atente contra nuestro sentido de seguridad o comodidad en este momento es incómodo, no es fácil de aceptar y por lo mismo, estos cambios no se darán sin algún tipo de resistencia de parte nuestra. El miedo, el pánico, la angustia, el enojo, la frustración, todas son emociones naturales según las creencias que actualmente tenemos. Cuando dejamos entrar al miedo, le damos nuestro poder y atención, dejamos de usar la razón, pensamos solamente en nosotrxs mismxs, no logramos ver más allá de lo que tenemos enfrente, es muy fácil irse en un espiral de posibles escenarios fatalistas y oscuros, nos deja expuestos a que nos consuma por completo el ego, el egoísmo, el pánico, las reacciones agresivas y abrasivas. Darle de comer al miedo no nos lleva hacia dónde debemos ir. Con miedo no cuestionamos nada, nos mantenemos complacientes, obedientes y manipulables, no digamos enfermxs. Vivir desde el miedo nos limita, limita a nuestra verdadera naturaleza, la que va más allá del cuerpo. Estar en un estado perpetuo de pánico nos hace estar siempre en alerta, enfocadxs demasiado en lo externo, ya que entramos en modo sobrevivencia.
Sin embargo, nuestra verdadera esencia va mucho más allá del miedo y del odio. Tenemos una capacidad innata de amar, de cuidarnos unos a los otros cuando realmente dejamos el ego e intereses personales a un lado.
Sabemos que decir “no tengamos miedo” suena a restarle importancia o relevancia a lo que estamos viviendo, pero a lo que nos referimos es justamente a no dejar que el miedo nos invada, consuma y se apodere de nosotros hasta el punto que ya solamente reaccionamos sin pensar, sin cuestionar, sin discernir. Todo ser humano en este planeta, siente algo de miedo, todos. Sin embargo, no todos accionan desde el miedo.
Ahora, más que en cualquier otro momento, debemos sostener el amor, sostener la vibración alta, sostener a nuestra alma, sostener a nuestro cuerpo y a los que tenemos a nuestro alrededor. Reconocer que todos estamos conectados, que todos necesitamos los unos de los otros, que todo lo que nos separa nos daña, que a lo que “estamos acostumbradxs” no necesariamente es lo mejor. Se nos está dando una oportunidad de hacer pausa y evaluar qué es REALMENTE importante para nosotrxs y para todxs.
No Comments